Es curioso como una de las temporadas que causan mayor gozo y expectativa puede llegar a ser grandemente dolorosa. Las vísperas navideñas pueden recordarnos a aquellos seres queridos que ya no están, el conflicto familiar que sigue sin resolverse, la soledad envolvente que ignoramos el resto del año, la decepción de terminar un año más sin el cambio que esperabas, la crisis económica que persiste, los problemas matrimoniales que cada vez son más evidentes, la enfermedad que te acaban de diagnosticar, la rebeldía en la que tu hijo continúa, el constante sentimiento de no pertenecer, el dolor de la infertilidad, el temor de nunca encontrar una pareja o la frustración por no encontrar trabajo.
Quizá te sientes irritada por los villancicos y las luces iluminando las calles, quizá hasta puedas llegar a pensar: “¿Por qué celebrar la navidad? ¡No hay nada que celebrar!” Pero amada, ¿qué si te dijera que precisamente la navidad es la mejor noticia para los rotos de corazón? La navidad es más apreciada y celebrada por aquellos que conocen de primera mano el sufrimiento que este mundo puede traer. Tu sufrimiento no te imposibilita la celebración de la navidad, al contrario. Puede ser usado para quitarte el velo que la mercadotecnia nos da e iluminarte la verdadera razón de la celebración. Por lo que, si esta navidad es una triste para ti, te invito a continuar leyendo el artículo pues estoy segura que Su Palabra puede ayudarte a que cobre más sentido el significado de la navidad y que encuentres verdaderas razones para celebrarla.
Veamos algunas verdades de porque nuestro dolor puede ayudarnos a entender y celebrar la verdadera razón de la navidad:
1.- Jesús nació en medio del dolor
Si leemos rápidamente los evangelios podemos perder de vista el dolor que rodeó el nacimiento de Jesús. José pensó que María había adulterado y planeó romper su compromiso en secreto, Simeón profetizó que este bebé era el Mesías lo cual significaba que había llegado la hora de su muerte, también profetizó que María sufriría y que su alma seria traspasada como con una espada. José y María no encontraban un lugar en donde quedarse, su situación económica muy probablemente era desfavorable ya que dieron las ofrendas que los pobres daban, tuvieron que huir ya que Herodes quería matar a Jesús y pidió matar a todos los niños menores de dos años que vivían en Belén y en sus alrededores…
Creo que queda claro. Jesús nació en medio del dolor de la pobreza, la muerte, los temores y la injusticia. Sorprendentemente es en medio de todo este dolor que los ángeles prorrumpen en adoración al ver a Dios nacer. Ellos exclaman con fuerza: “Gloria en las alturas y paz en la tierra a los hombres en quienes Él se complace” Lucas 2:14. La encarnación de Cristo en un mundo caído lleva a los ángeles a dar gloria a Dios y a declarar paz a los hombres que llevan los estragos del pecado.
La presencia de dolor y pecado no evitó la navidad, por lo contrario, es precisamente lo que hizo que Jesús viniera a nacer. Jesús no nació a pesar de nuestro dolor, sino por nuestro dolor. Él no se encarnó a pesar de nosotros, sino por nosotros.
El dolor del pecado, de la enemistad y de la muerte hizo que necesitáramos que el Salvador viniera a salvarnos. Nuestro dolor no imposibilita nuestra celebración, más bien la capacita.
El nacimiento de Jesús no es una historia de hadas en donde todo fue de color de rosa. Jesús conoce la condición de este mundo y de nuestros corazones, fue Su amor lo que hizo que Él naciera entre nosotros y trajera gozo en medio del dolor de un mundo en tinieblas.
2.- Cuando Jesús nació, Dios nos mostró Su amor.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que crea en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna.” Juan 3:16
La encarnación de Cristo es la evidencia más importante de la disposición de amor de Dios hacia nosotros. Debido al pecado hay sufrimiento en este mundo. No podemos evitar las cicatrices que la vida nos deja, pero la encarnación de Cristo nos muestra a un Dios que no está ajeno ni distante a nuestro dolor, todo lo contrario. Nos muestra que tal fue el amor y dolor que sintió por nosotros, que vino a experimentarlo en plenitud, para que un día no tengamos que experimentarlo más. La navidad nos recuerda a nuestro Dios compasivo y poderoso, no solo para experimentar en carne propia nuestro dolor, sino también para vencerlo y darnos gozo eterno en Él.
Nadie nos conoce como Dios lo hace. Nadie conoce nuestros temores, pecados y dolores como Él. Saber que somos totalmente conocidos por Él, y que aún así vino a entregar su vida por nosotros, debe de darnos la seguridad de amor y sentido de pertenencia que todos anhelamos. En nuestra triste navidad podemos gozarnos al recordar el amor compasivo de Dios encarnado en Cristo.
3.- Cuando Jesús nació, nació la esperanza.
Este mundo puede ser bastante desesperanzador. Nacemos, crecemos, pecamos y vivimos las consecuencias. Nos amamos, nos fallamos, nos lastimamos, nos deprimimos, nos enfermamos, nos decepcionamos, y finalmente, nos morimos. Deseamos que muchas cosas fueran diferentes y no tardamos en entender que no tenemos el poder para cambiar la mayoría de ellas. Pero cuando todo a nuestro alrededor parezca estar en tinieblas, cuando parezca que no hay esperanza alguna, recuerda que la esperanza llegó al mundo con un bebé en el pesebre que vivió, creció y dio su vida en el madero por nosotros. Recuerda esa tumba vacía que anunció la victoria de Jesús sobre los enemigos de nuestra alma: el pecado, Satanás y la muerte.
Cuando Jesús nació, con Él nació la esperanza. Nació la esperanza de una vida libre de la esclavitud del pecado, la esperanza de ser perdonados por Dios, la esperanza de vida eterna, la esperanza de reconciliación con Dios y con nuestro prójimo, la esperanza de vencer nuestro orgullo, la esperanza de restaurar nuestros matrimonios, la esperanza de no volver a sentirnos solos nunca más, la esperanza de pertenecer a una familia y la esperanza de gozo y plenitud en Cristo. En nuestra triste navidad podemos gozarnos al recordar que en Jesús hay esperanza, y que sin importar cuán oscuro se vea el panorama, Jesús es la luz que ilumina nuestras almas.
Conclusión
Tu dolor es real. No tienes que desaparecerlo ni fingir que no existe para tener motivos de celebrar esta navidad. Más bien, aprovecha tu dolor y recuérdale a tu alma su necesidad de la encarnación de Cristo. Estas vísperas navideñas puedes llorar, puedes cambiar las tradiciones rutinarias e incluso puedes no tener el ánimo para decorar tu casa como siempre lo haces. Pero amada, que no falte una cosa: la gratitud y adoración a Dios porque Jesús nació. Gózate en medio de tu aflicción al saber que porque Jesús nació hay esperanza para todo corazón quebrantado y necesitado de Él. Ninguna aflicción, ninguna situación, ninguna enfermedad o dolencia podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús. Esto es lo que hace que, aún en medio del dolor, podamos tener una feliz navidad.
“Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 8:35-39
Muchas gracias Karen creo que Dios en su infinita misericordia me llevo a leer este post, porque estoy pasando una situación difícil a nivel personal y familiar…
Pero como dice su palabra NADA NOS PUEDE SEPARAR DE SU AMOR..
Te sigo desde hace tiempo y de verdad tu vida me inspira amor a Cristo, eres genuinamente una mujer de Dios y gracias por dejarte usar para la gloria de Dios.
Que Dios bendiga aún más tu vida y la de tu belle familia.
Un abrazo, saludos desde Guatemala.