Ciertamente una buena amiga es un regalo de la gracia de Dios a nuestra vida. Uno de los motivos que me hacen sentir más amada por Dios es contemplar a las personas que Él puso a mi alrededor y darme cuenta de la paciencia, cuidado y amor que muestran hacia mí. Y, como si todo lo anterior fuera poco, Dios ha permitido que los amigos sean de lo más divertido que podamos experimentar en nuestras vidas. Pero ¿siempre ha sido así para mí? La verdad es que no. A lo largo de mi vida caí en patrones de comportamiento que desvirtuaron el propósito que Dios le dio a este tipo de relaciones y, lejos de ser instrumentos de bendición, comenzaron a ser dañinas.
Es mi intención que a lo largo de este artículo puedas encontrar algunas advertencias y consejos sobre cómo llevar a cabo una amistad sana y centrada en el Evangelio, que podamos ver juntas algunos principios bíblicos que dan luz acerca de este tema y, por último, que si has sentido que te hacen falta amigos o que nunca has tenido uno de verdad, puedas recibir esperanza para encontrarlos.
Dos caminos peligrosos
El camino del orgullo como identidad.
Recuerdo muy bien cuando era adolescente, esta etapa importantísima en nuestra vida en donde no solo pareciera que nuestras hormonas y emociones rigen nuestro caminar, sino que como seres humanos experimentamos una gran necesidad de tener amigos. Durante este tiempo me encontré con una que otra amiga con necesidades fuertes y por «amor» a ellas me dispuse a convertirme en su sostén. Hice incontables esfuerzos por estar para ellas y solucionar cada una de sus necesidades. ¿Cómo se veía esto? Por fuera, como una amistad inigualable. Por dentro, una maraña de actos insanos que nada tienen que ver con las intenciones de Dios hacia la amistad.
Mi comportamiento fue grave, me atreví a tomar el lugar de Dios en sus vidas. Construí todo el escenario para ser su súper héroe, pero al final del día solo fui una impostora disfrazada, sin poderes, sin capacidades e igualmente necesitada de ese verdadero Super Héroe Salvador que por mucho tiempo pretendí ser. Esos actos de «amor» no fueron más que orgullo disfrazado: yo solucionaba sus necesidades y a cambio ellas me daban un sentido de gloria, aceptación e identidad. Ciertamente utilicé estas relaciones para llenar mis huecos e inseguridades y así mismo, traté de llenar las de ellas, lo cual es idolatría.
Creo que no tengo que escribir muchas líneas para convencerte de que este escenario es oscuro y dañino, pero ¿cuáles son los principios errados aquí? Primero que nada, el corazón de una amistad genuina no se basa en el orgullo sino en la humildad, el amor y el sacrificio. Un verdadero amigo no busca relacionarse para obtener algo a cambio (como identidad, satisfacción e incluso bienes materiales). Por el contrario, el propósito de una amistad conforme a la Biblia es dirigirnos a Dios y hacernos más como Jesús. Un verdadero amigo no es aquel que se roba la gloria sino al contrario, quien se sabe igualmente necesitado que tú y de la mano te lleva a aquél que en verdad puede ayudarte: Jesús.
El camino del corazón cerrado.
Después de haber pasado por el lodoso camino de la idolatría probé otro camino amargo: el camino del temor. Levanté mecanismos de defensa en mi corazón para asegurarme de que ninguna otra persona se volviera tan cercana a mí otra vez. Después de todo, esas barreras me harían estar segura y no volver a equivocarme ¿no es así? Implementé estrategias dentro de mí para diluir el amor que sentía hacia mis amigos, de esa forma ninguno se sentiría más especial o cercano que el otro y me daría la capacidad para mantener las cosas bajo control e incluso retroceder cuando hubiera demasiada cercanía. Tuve miedo, miedo a amar, a equivocarme, a ser demasiado intensa, a ser vulnerable, a ser lastimada, entre muchas otras ideas que mi cerebro entretejió como telarañas.
A pesar de que este escenario no suena tan desordenado o escandaloso como el anterior es igual de equivocado, simple y sencillamente porque no refleja el carácter de Dios. Estoy convencida de que lo opuesto al amor no es el odio sino el temor, y que siempre actuamos bajo uno u otro. ¿Cuándo hemos visto ejemplos en la Biblia en los cuales se nos pide que amemos cautelosamente? ¿O cuándo hemos escuchado a Jesús decir «ama a tu hermano pero que no se te vaya a pasar la mano»? Al contrario, yo veo que la Biblia está llena de amistades intensas como la de David con Jonatán, a quien amó como a sí mismo (1 Sa 18:1). También veo versículos como: «El amigo ama en todo momento; en tiempos de angustia es como un hermano» (Pr 17:17) o «Nadie tiene mayor amor que éste, que es el poner su vida por sus amigos» (Jn 15:13) ¿Qué acaso todo esto no es intenso? La raíz del temor promete protegernos de nuestra vulnerabilidad y es aquí cuando el enfoque vuelve a estar en nosotros mismos.
Recuerdo una frase de C.S Lewis en su libro Los Cuatro Amores:
«Amar del todo es ser vulnerable. Ama cualquier cosa y tu corazón seguramente será estrujado y posiblemente roto. Si quieres asegurarte de mantenerlo intacto, no debes darle tu corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Cúbrelo cuidadosamente con pasatiempos y pequeños lujos; evita cualquier enredo: guárdalo bajo llave en el ataúd o el féretro de tu egoísmo. Pero en ese féretro -seguro, oscuro, sin movimiento y sin aire-cambiará. No será quebrantado; se volverá inquebrantable, impenetrable, irredimible. Amar del todo es ser vulnerable».
Creo que Lewis es claro al mostrar que amar a alguien implica una vulnerabilidad total. Esto no significa que amaremos desordenadamente, pues habrán casos muy específicos en donde tus pastores y hermanos maduros podrían indicarte, bajo un consejo sabio, que lo más conveniente es tomar distancia con ciertas personas. Lo que Lewis expresa aquí es que un corazón protegido y encerrado no cumple con el diseño y el propósito de Dios el cual es que nos mostremos vulnerables tal como Su Hijo lo hizo. Pero entonces, ¿cómo hago para vivir amistades centradas? No te preocupes, existe un tercer camino.
El camino del evangelio
Si vienes de un contexto como el mío podrás sentirte abrumada y sin mucha luz acerca de cómo ser una buena amiga. La buena noticia es que tenemos un increíble ejemplo: el de Jesús. Entre muchos de sus nombres, Él se hace llamar nuestro amigo. Esto me reconforta y al mismo tiempo me conmueve hasta lo más profundo. En Jesús encontramos un amor entregado porque Él conoce lo peor de nosotros y aún así nos ama. Se hizo vulnerable hasta la cruz por amor a nosotros. El no nos dice «te amo pero solo si no me lastimas» o «te amo pero solo si voy a ser igualmente correspondido» o «te amo pero deberías de ser menos intenso conmigo». ni mucho menos nos dice «te amo pero no me hables tanto». El amor de Cristo nos dice: «te amo invariablemente». ¿Es una locura, no crees? Jesús se dio por completo por amor a nosotros. Literalmente el Dios Creador del Universo se humilló para poder entablar una relación conmigo. Esto me reta a amar de esa manera, sin medida y apasionadamente pero ahora de una manera sana sabiendo que no soy el héroe de nadie y que nadie puede ser el mío, más que el Señor. La enseñanza es que ahora somos herramientas que el Señor usa para animar, consolar, exhortar y bendecir vidas, pero que es Él siempre quien nos da nuestra identidad y tiene el control de nuestras vidas. Respondiendo a la pregunta: ¿cómo le hago para vivir amistades centradas en el Evangelio? Primero que nada, necesitas la ayuda de Dios ¡Hasta para ser buenos amigos somos dependientes de Él! Pídele que te ayude a pasar de ser una persona cerrada a una abierta y de ser una persona egoísta a una sacrificial que imita a Jesús.
Comentarios finales
No me quiero ir sin antes hablar de esto: si sientes que no tienes ni un solo amigo, atrévete a pedírselo al Señor. Hace aproximadamente cinco años, durante un momento de mucha aflicción me encontraba de rodillas en la iglesia reconociendo mi necesidad de buenos amigos. Le pedí a Dios que me diera amigas tan sinceras como Jonatán lo fue para David y literalmente en mi libreta de oración escribí: Señor, dame una «Jonatana». Hoy puedo ver como Dios en su gracia ha respondido mi oración y también me ha permitido ser un «Jonatan» para los demás. Así mismo sé que Él responderá tu oración, no sólo dándote un amigo, sino también enseñándote a ser uno. Él es el más interesado en que tengas amistades genuinas que te dirijan a Él y te hagan estar a Sus pies, amistades con las que puedas contar invariablemente. Amistades que se conviertan en espacios seguros donde puedes equivocarte, ser corregido en amor y crecer, amigos que te toman de la mano para orar juntos por lo que aflige tu corazón y que con el tiempo parecen más hermanos que amigos. No te voy a mentir, después de todos estos años sigo debiendo tener cuidado con los dos caminos peligrosos que vimos en este artículo, pero al final del día, caminar es mucho más sencillo con amigos a mi alrededor que cuidan de mí. Considero que, después de la salvación, no hay mayor gracia que ésta: el Señor usando amistades para cuidarnos de nosotros mismos. No hay como disfrutar de una buena amistad en Cristo.